Luis Valdez Villacorta es uno de esos procesados a los que nunca se les probó nada, pero que ya ha sido condenado a priori por la fuerza de la opinión pública, por un mega operativo policial con aires de golpe de Estado (los derrapes y volantines de la Dirandro armados hasta los dientes tuvieron un resultado poco espectacular para tamaña producción: la captura de un anciano enfermo y desarmado en su oficina de alcalde, leyendo el periódico como todos los días, enterándose que en Lima el gabinete Del Castillo se hundía en la marea petrolera mientras se activaba el show carcelario de Magaly Medina. Cuando tocaron la puerta con el fusil pensó: “el siguiente soy yo”, e inmediatamente le arrancharon el teléfono cuando intentaba comunicarse con su abogado) y, decíamos, que ha sido condenado también por un periodismo de investigación que en veinte años de persecución sigue hablando en condicional protegiendo a sus auspiciadores y prefiriendo difundir con ventilador al mundo un “sin confirmar” como primicia.
El estigma de este hombre es del tamaño de la cicatriz queloidal que tiene en el torax desde hace 12 años por una operación a pecho abierto, de tal forma que acercarse a un medio de comunicación para opinar es ir al matadero: O es narcotraficante o es el autor intelectual del periodista Alberto Rivera o le ha pagado millones de dólares a las autoridades para borrar todas las pruebas: el estigma es un saco de fuerza del que es imposible escapar. Nadie se ha preguntado hasta ahora qué hay detrás de todo esto, ni siquiera las vacas sagradas del Concejo de la Prensa Peruana ni la Sociedad Interamericana de Prensa (meterse con ellos ya es ponerse la pistola en la cien) y mucho menos los administradores de justicia de marras.
Si luego de leer este informe usted piensa que esta es una campaña de victimización, póngalo en el Foro, no será censurado.
La salud de Valdez Villacorta al momento de su arresto
Documentos oficiales de Essalud y del Instituto de Medicina Legal del Ministerio Público demuestran que la salud del procesado Luis Valdez Villacorta se encuentra gravemente deteriorada y que las recomendaciones de la Junta Médica que vio su caso en el mes de enero del 2009 -cuando fue internado de emergencia para ser sometido a una angioplastia luego de un infarto- son suficientes para que la administración de justicia tome posición sobre el tema.
Desde su detención en el mes de Octubre, Valdez Villacorta de 70 años ha sido hospitalizado en dos ocasiones por serios problemas cardiacos que no son repentinos sino que datan de hace más de un década. Entre una serie de dolencias, su Historia Clínica señala que en el año 1995 Valdez fue sometido a una craneotomía por padecer de un hematoma subdural crónico (antigua acumulación de sangre frecuente en personas de la tercera edad), en 1997 se le dispone un by pass aorto coronario, dos puentes y, por si fuera poco, empieza a sufrir mal de Parkinson. Sumado a ello su situación lo ha llevado a bajar 30 kilos en seis meses y padece actualmente de palpitaciones, polaquiuria (micción frecuente no asociada a un aumento del volumen de orina) y nicturia severa (emisión excesiva de orina durante la noche).
Es en esas condiciones que en el mes de octubre del 2008, el ex alcalde de Coronel Portillo fue detenido y le fue denegada por primera vez la solicitud de variación de detención por la arresto domiciliario o comparecencia restringida. La captura se realizó en medio de un batallón periodístico-policíaco solo comparable al sórdido psicosocial de la persecución de Fujimori a Montesinos en donde las cámaras se mezclaron con los fusiles, y los flashes con el rastrillar de las armas. A partir de ese momento, por razones de lógica tensión emotiva, la salud de Valdez Villacorta cayó en franco deterioro al punto que ha tenido que ser hospitalizado de emergencia hasta en dos ocasiones en lo que va del proceso. El Certificado Médico Legal Nº 010892 del Instituto de Medicina Legal del Ministerio Público consigna que en enero de 2009 fue hospitalizado en la Clínica San Pablo por presentar una arritmia extrasistólica ventricular, motivo por el cual fue sometido a una angioplastia para desbloquear sus arterias coronarias. La intervención le causó un “infarto de cara inferior”, lo cual obligó a los médicos a administrarle la dosis más alta de medicación antitrombótica, según consta en el informe del Dr. Waldo Fernández Durán.
El ensañamiento de la prensa -que por ignorancia le da tratamiento de preso o sentenciado- no se hizo esperar. Las paredes de la San Pablo se remecieron ante el estigma y Valdez fue retornado prematuramente a la enfermería del Penal Castro Castro a dos semanas de su intervención. Pese a la delicada convalecencia de Valdez y a la solicitud de la defensa para variar el mandato de detención por el de arresto domiciliario, las autoridades judiciales a cargo no establecieron -ni por principio de humanidad- una medida que le permita al procesado tener el control médico correspondiente para salvaguardar su salud, y en el mes de marzo Valdez fue trasladado a Pucallpa para asistir al proceso que tiene abierto en esa ciudad, y como era de esperarse, volvió a sufrir una angina de pecho, esta vez acompañada de un cuadro de hipertensión arterial, cardiopatía coronaria e hipertrofia prostática, según consta en la Historia Clínica del 28 de marzo de 2009, día en que fue ingresado de emergencia en el Hospital de Essalud de esa ciudad.
La urgencia de una visión humanitaria en el proceso
Es aquí donde se manifiestan las negligencias más graves por parte de la administración de justicia y la lesión a los derechos fundamentales de un individuo -gravemente enfermo y de 70 años- cuya salud debe ser garantizada en todo momento y cuya libertad ha sido restringida, siendo ésta la pena más severa y afectiva que se le impone a un imputado cuando representa un peligro de fuga o algún hecho que impida el curso normal del proceso, cosa absurda y risible en este caso viendo sus condiciones de salud y el impecable comportamiento procesal que ha tenido Valdez durante todos estos años de persecución.
Su internamiento en el Hospital de Essalud de Pucallpa duró 18 días y la conclusión elaborada por la Junta Médica es categórica y contradictoria al mismo tiempo, por su alarmante pasividad. El informe dictamina: “Paciente coronario crónico con angina inestable (…) en condiciones de ser manejado extrahospitalariamente” y en hoja siguiente detallan todas las recomendaciones que ponen en evidencia la gravedad de su situación: “garantizar un tratamiento establecido y supervisado, equipo médico de emergencia permanente, características adecuadas de habitabilidad (menor a 25º), control cardiovascular por la especialidad de cardiología y transferencia inmediata a centro hospitalario en caso de descompensación”. Preguntamos: ¿Usted dejaría a su padre, madre o hermano que salga del hospital en esas condiciones? Estos eminentes jueces y fiscales parece que sí.
Al día siguiente, de manera inmediata, el médico internista que atendió desde el primer día a Valdez Villacorta, Dr. Angel López Zevallos, advierte la singularidad del informe de la Junta Médica, la cual “concluye que el paciente puede ser manejado extrahospitalariamente en condiciones que sólo pueden cumplirse intrahospitalariamente, lo cual es contradictorio”. Basta el sentido común para comprender que el estado de salud del paciente Valdez requería de un cuidado intrahospitalario que no se llevó a cabo. No sólo ello. Consecuencia del abuso que está cometiendo la justicia, Valdez Villacorta continuó asistiendo a los citatorios según lo demuestran las Notas de Evolución del paciente (08.04.09 y 15.04.09), incluso cuando se advertían síntomas de tensión en él y los médicos habían instruido a los policías sobre los cuidados que se debían tener.
Muestra del trajín que llevó el ex alcalde mientras duró su hospitalización es la impactante cantidad de medicamentos que se le administraron casi de manera simultánea –una o dos veces al día-: Enoxeparina (previene coágulos de sangre dañinos en los vasos sanguíneos), Isorbide (evita ataques de angina de pecho), Carvedilol (previene fallos cardíacos), Atorviastanina (reduce el nivel de colesterol), Clopidrogel (reduce la posibilidad de ataque al corazón o embolia), Omnic (relaja la musculatura de la próstata permitiendo la micción), Sinemet (trata el mal de Parkinson), Alprazolam (trata los trasntornos de ansiedad y ataques de pánico) y finalmente Dormex (tranquilizante). (Ver Kardex de enfermería 1, 2, 3, 4). Hoy, Valdez Villacorta se mantiene tomando de diez a doce medicamentos al día y como es lógico, olvida o confunde los medicamentos porque él es su propio enfermero, nadie lo asiste en prisión. Está recluido en una celda de 2 x 2, sin atención médica ni equipo de resucitación adecuado. En caso sufriera una descompensación cardiaca necesitaría de ayuda médica inmediata antes del colapso de su sistema cardiaco.Este informe demuestra el ensañamiento contra un procesado que corre de muerte y que está sujeto a una irregular administración de justicia que conociendo su avanzada edad y enfermedades preexistentes, es obtusa y vulnera sus derechos básicos a la salud y prevención de la misma. ¿Qué consideraciones humanitarias o –para no ser muy optimistas-, que consideraciones mínimas tomarán el Juez Omar Pimental, el Fiscal Jorge Chavez Cotrina y la Procuradora Sonia Medina? ¿Para ellos es normal restringir de su libertad a un hombre cuyo riesgo de fuga es irrisorio y por el contrario, su riesgo de muerte más plausible cada día? Es la Corte Superior quien debe sentar un ejemplo y enmendar el proceder del juzgado en un caso que se ha convertido en una demanda del derecho a la vida, a la salud y a la buena reputación.